Escuchando a nuestros perros

Escuchando a nuestros perros.



Es difícil saber dónde empezar a escribir sobre la historia de Ripley. Y recordar cuando empecé a cuestionarme donde lo hice mal.

Ripley nació con su cola deformada. Todos los veterinarios a los que consultamos nos dijeron que no le impediría llevar una vida normal y les creímos sin darle mucha más importancia. Poco después de llegar a casa con ella, notamos que también tenía un dedo deformado. Desde ese momento, creo que es cuando se formó un pensamiento persistente en mi cabeza, al que no podía dar forma en aquel momento, “¿y si hay más cosas mal con ella?

Hice toda clase de entrenamientos con Ripley. Desde que era una cachorra muy pequeña hasta mas tarde en la vida de ambas. Hice lo que pensé eran cosas divertidas para hacer juntas, como clases para cachorros, donde nos enseñaron las ordenes tradicionales, siéntate, y túmbate y quieta. Hicimos baile con perros y entrenamiento de circuitos. Parecía que no había ninguna clase a la que no pudiésemos apuntarnos.

Hicimos obediencia cuando las experiencias con mi ‘primer cachorro’ me sobrepasaron. Ripley no hacia lo que yo le pedía y me hacía sentirme como una mala madre perruna que no sabía controlar a su cachorra. No veía la border terrier descarada, revoltosa y totalmente adorable que era, con todas las características inherentes a esta raza y totalmente normal para su edad.

Y entonces llegó el momento de probar Agility. En aquel momento no tenía ni idea de lo que esto podía suponer para mi perra. Pensé que era algo que mejoraría nuestro vinculo y que lo hacía por ella, no por mí. Debería de haberme dado cuenta entonces. Era bastante lenta y mis instructores me decían constantemente que tenía que motivarla más, con juguetes y con comida. Era mi culpa que la perra no consiguiese resultados. Me daban pautas contradictorias de cómo debía entrenar a mi perra, pero todos coincidían en lo mismo, que yo no estaba haciendo lo suficiente para conseguir lo mejor de ella, que la aburria. Me sentí una mala madre de nuevo.

Por suerte no me aclimaté a los inviernos en el Reino Unido y no seguimos con esta actividad durante mucho tiempo. Los años pasaron y Ripley cada vez estaba más lenta. Ahora tiene casi 11 años, pero desde la edad de 4 o 5 pensábamos que era una vaga. Todos los síntomas empezaron a aumentar con los años, como los gruñidos a la hora del paseo y cuando le poníamos el arnés. Simplemente no nos dimos cuenta.

Cuando Julia Robertson del centro de terapia Galen vino a Asturias, se inició mi realización de había estado cometiendo errores todo el tiempo. Esa voz persistente en mi cabeza continuaba y decidí apuntarme al seminario con Ripley. Aquí es donde descubrí que podía y debía hacer algo mas por mi querida perra y me inscribí para estudiar el diploma en Mioterapia Galen. Ya no hemos vuelto a mirar atrás. Ripley comenzó terapia de masajes y a empezar a pedirlos. Cuando tiene dolor, me mira y me da su pata, una señal que hizo durante muchos años y que yo nunca interpreté correctamente. Ripley está a tratamiento veterinario con medicación y los masajes complementan este tratamiento. Artritis es una enfermedad que puede ser muy dolorosa y ojalá hubiese sabido todo lo que se ahora, antes.

Ripley quiere salir a pasear todavía y hemos encontrado una manera de darle lo que necesita. Utilizamos una mochila donde la colocamos una vez que ha caminado un ratito y empieza a mostrar signos de parar. El problema de ponerle el arnés se resolvió con uno que se engancha lateralmente por ambos lados y con el que no tiene que doblar su pata. También estamos considerando otros métodos de transporte y nos amoldaremos con ella cuando lo necesite. Tengo una relación muy buena con Ripley. Ella confía en mí, me busca para que la proteja y según pasan los años tengo que tener cuidado de que el resto de los perros en la casa no la incomoden innecesariamente. Pero es lo menos que puedo hacer, la quiero mucho y nada de lo que haga por ella me parece excesivo. Ripley ha sido mi profesora durante todos estos años. Nuestra relación me debería de haber dado la perspectiva de creer en lo que Ripley me contaba. ¿Por qué tenemos la necesidad de interpretar lo que nos dicen los perros? ¿Es porque pensamos que sabemos mejor que ellos lo que les ocurre? Los progenitores normalmente creen que saben lo que es mejor para su descendencia. Ahora esta tan claro que Ripley tenía dolor y que me lo estaba diciendo, que no puedo comprender como no lo ví.

Pero fue recientemente cuando le hicieron a ripley unas radiografías que comprendimos la gravedad de su problema. La imagen nos detuvo en seco. Fue un shock ver el grado de su artrosis. Ripley también tiene espondilosis anquilosante y todos los cambios compensatorios que a sufrido durante su vida, hacen su situación bastante incomoda. Así que nos tenemos que preparar para el futuro.

Se que todas estas actividades que hicimos pueden haber sido potencialmente perjudiciales para la salud física y mental de Ripley, pero es este conocimiento que me ha empoderado a aprender más y a estudiar con algunas de las personas más talentosas del mundo canino. Así que de alguna manera estoy agradecida. No quiero sentirme como una mala madre perruna o culpable mientas continuo mi trabajo como mioterapeuta Galen y como instructora canina. Mi esperanza es poder ayudar a otras madres perrunas a sentirse menos como fracasos y más alentadas a buscar respuestas y tener la capacidad de comprender a los perros.

Quiero decir unas palabras sobre ejercicio también, desde mi punto de vista como Mioterapeuta y la experiencia que tener y tratar perros me ha dado. No creo que podamos evitar que las personas hagan ejercicio con sus perros, entonces se deben aplicar unas pautas.

¿Es muy importante el ejercicio para los perros? Por supuesto, pero debemos hacer todo lo posible por ajustar las actividades a la situación del perro.



1. Evaluar si el perro tiene alguna dolencia. Física o emocional. A nivel físico el ejercicio puede estar contraindicado. A nivel emocional, si el perro sufre de estrés esta actividad es excitatoria, con lo que se producirán picos de sustancias propias de estas actividades, adrenalina, glutamato y dopamina. Si se continua con el ejercicio el estrés se convertirá en crónico siendo los resultados devastadores para el animal.



2. Considerar la edad del perro. Si son muy jóvenes no están formados todavía y podemos dañar de forma permanente al individuo. Si son muy mayores puede que no sean capaces de este ejercicio.



3. Asegurarnos de que el ejercicio no producirá lesiones repetitivas. Por ejemplo, llevar el perro atado a una bicicleta. El perro está sometido a un movimiento repetitivo y constante en la misma dirección. Esto impacta las articulaciones del perro y la musculatura de forma artificial, el perro no está diseñado para moverse así.



4. Asegurarnos de que el perro haga calentamientos antes del ejercicio y enfriamientos al terminar para evitar lesiones y también para que su rendimiento sea óptimo.



Ante todo, recordemos siempre el etograma canino y darle opciones al perro forma parte de él. Forzar a un perro a hacer ejercicio nunca es dar opciones.